El cielo gris parcialmente nublado, el frescor del medio ambiente cuando
va a empezar a llover; el trajín apresurado para recoger las herramientas de
trabajo, el desenganchar de los animales
de trabajo del arado y de la traila y el traslado de los mismos a buen recaudo,
todo esto lo observaba yo desde un lugar seguro en aquel cobertizo situado en
la parte frontal del cuarto en el cual más
tarde nos dispondríamos a descansar después de una jornada agotadora en las
labores del campo, sembrando maíz y frijol en las tierras que pertenecían a mi
padre Don Julio Velázquez natural de la hacienda del ojo pero que desde que se había
casado con mi madre Doña Gabina Muñoz
se habían avecindado en el pueblo llamado Antonio Amaro que era municipio de
Guadalupe Victoria, cabecera municipal pertenecientes todos al Estado de
Durango, un estado agreste y semidesértico del Noreste del país llamado México
o República Mexicana.
Estábamos ya bien metidos en la muy corta temporada de lluvias, corría la tercera semana del mes de Junio a finales de 1970 yo tenía
seis años de edad ya que había nacido el 08 de Marzo de 1964, la temporada de
lluvias comprendía desde finales del mes
de Mayo hasta principios del mes de Septiembre, poca cosa si como sabemos en
esta región de los llanos del Estado de
Durango la flora existente se ve dominada por Huizaches, Nopales, Magueyes y uno
que otro Mezquite; por supuesto que hay otro tipo de árboles como Álamos,
Nogales, Duraznos, Morales y Perales pero estos son los menos y solo nacen y se desarrollan
en lugares húmedos o que son regados a menudo.
Por el color que había tomado el cielo y por cómo se sentía el ambiente íbamos
a tener una tarde noche con buena lluvia, quizá hasta amaneciera aun lloviendo,
esta lluvia le vendría bien a
las incipientes plantas de frijol y maíz que apenas
despuntaban luchando contra la tierra formada por los zurcos por salir a
la superficie y gozar de esta benéfica lluvia.
Pronto oscureció y se hizo de noche, en esta temporada de siembra éramos puros
hombres los que estábamos temporalmente en el campamento que nos servía de casa de manera temporal , aproximadamente tres
meses los cuales comprendían desde preparar la tierra y posteriormente sembrar las semillas, después
de esto vienen un trabajo que se llama Asegundar los zurcos una vez que ya
nacieron las plantas y tienen un tamaño mínimo requerido posteriormente viene otro trabajo que se llama Escardar los
zurcos, estos dos trabajos posteriores a
la siembra son muy importantes ya que sirven para
volver a formar de manera correcta los zurcos y quitar la poca hierba que ha ido
naciendo y creciendo a la par de las plantas de frijol y maíz, más
adelante cuando las plantas de frijol
van a florear o ya están floreando viene otro trabajo
que se llama Deshierbar, esta acción
consiste a quitar las plantas que han ido naciendo y creciendo al lado de las plantas de frijol y maíz,
la idea es que las plantas de frijol y maíz crezcan lo más libres y solas que se pueda porque la
hierba las perjudica enormemente ya que son ella compiten
por los nutrientes que hay en el subsuelo
y si crecen mucho las hierbas pueden llegar
a ahogar a las plantas sobre todo a las de
frijol.
Bueno regresando al momento actual, se había hecho de noche ya, habíamos
prendido un aparato de petróleo con el que contábamos para alumbrarnos un rato por las
noches y también una pequeña parrilla de
petróleo para preparar los sagrados alimentos aunque cuando el
clima lo permitía era preferible que se cocinara en un hogar que se improvisaba
en el suelo seco con
piedras y leña seca, la parrilla solo se usaba en los días en que estaba
lloviendo por obvias razones, mi padre se dispuso a hacer la cena, en esta ocasión
la cena la comprendían un guisado de papas a la mexicana y otro guisado de
frijoles fritos y sus respectivas tortillas hechas a mano y calentadas en el
comal, todo esto acompañado por un buen vaso de te de canela; esa era la comida
sencilla a la que estábamos acostumbrados en estas latitudes; aunque había
veces que salíamos de caza y nos traíamos
un conejo, una liebre, unas ratas de campo, una perdiz, una paloma campera o
una o varias codornices y hasta un venado o un jabalí en algunas ocasiones, en estas
ocasiones nos dábamos un atracón de
miedo.
Después de degustar esta opípara cena,
nos dispusimos a descansar plácidamente
en nuestras improvisadas camas, estas consistían en un hule o una lona sobre el
suelo de tierra y encima una colchoneta
y algunas viejas cobijas y algunas no menos viejas
sobrecamas, casi siempre dormíamos sin almohada y con la ropa
puesta ya que no se usaban en aquel tiempo y sobre todo en esta casta social los pijamas, así
que después de enjuagarnos la boca con agua ya que no había ni pasta de dientes
ni cepillos dentales nos dispusimos a dormir.
No habían pasado ni quince minutos de que nos habíamos acostado cuando se
empezaron a escuchar los rayos que se
dibujaron en el cielo oscuro y empezó a caer un verdadero diluvio sobre toda la zona llamada
“La Pastoría” que era donde se ubicaban las tierras de mi padre, poco a poco y
ayudados por el ruido sordo del caer de la lluvia nos fuimos quedando dormidos.
Al día siguiente nos despertamos antes de que los primeros rayos de sol
salieran por el horizonte, nos despabilamos y salimos a sentir la frescura de la mañana
en nuestros rostros, eran aproximadamente las 7:00 a.m.,
mi padre me mando a traer la leña para
preparar el almuerzo, difícilmente iba a encontrar leña o ramas que estuvieran
secas después de la lluvia nocturna, aun así me perdí entre los árboles y
nopales que poblaban la loma a donde me dirigía para recolectar la leña, después
de un rato de buscar y buscar logre recolectar algunas ramas que aun estando
húmedas con un poco de suerte y paciencia harían un buen fuego para calentar
los alimentos de la noche anterior que como habíamos dicho anteriormente eran
papas a la mexicana y frijoles fritos.
Adicional a esto mi padre iba a preparar un buen guiso de huevos de
gallina en esta ocasión los haría revueltos, con estos tres guisos tendríamos
asegurado un excelente almuerzo para después dedicarnos a nuestras labores que
difícilmente el suelo tan mojado nos permitiría hacer.
Después de aquel sabroso almuerzo mi padre le ordeno a mi hermano mayor
que ensillara el caballo porque se iba al pueblo a la casa donde permanecían mi
madre y mis hermanas, el viaje era para traer el cargamento de tortillas hechas
a mano que les comentaba anteriormente, además de las tortillas, traía algunas
gorditas de guisado de chile rojo o verde que nos preparaba mi madre, traía
también sal, azúcar, canela, café de grano y algunos otros productos que
surtirían nuestra despensa acá en el campo, el viaje era largo ya que iba a
recorrer aproximadamente 30 kilómetros, pero a caballo y por lo difícil que es
viajar a campo traviesa, le llevaría a mi hermano casi tres horas de ida y
otras tres horas de venida; así que la ida la haría el día de hoy, partiría alrededor
de las 11:00 hrs. a.m. para llegar a la casa del pueblo más o menos a las 14:00
hrs. p.m. y la vuelta seria hasta el día de mañana saliendo de la casa del
pueblo aproximadamente a las 8:00 hrs. a.m. para llegar más o menos a las 11:00
hrs. a.m., normalmente estos viajes eran cada tercer día o cada dos días
aproximadamente ya que eran cosas que no se podían conseguir de otra manera.
Cuando mi hermano mayor partió yo estaba limpiando un poco de frijol
para más tarde ponerlo a remojar y finalmente cocerlo en la olla de barro en el
hogar alimentado por las ramas recolectadas temprano por la mañana, en realidad
yo me ocupaba de trabajos fáciles que no requerían de mucho esfuerzo dadas mis
condiciones de niño pequeño (acababa de cumplir los 6 años) yo me ocupaba de
hacer cosas casi vánales como limpiar los frijoles y ponerlos a coser, ir a traer
leña (ramas) porque cuando realmente íbamos a la leña íbamos en la traila y a
veces hasta cortábamos uno o dos árbol de los que ya estaban secos, a punta de
hacha y luego se cortaban las ramas se les quitaban las pocas hojas que
pudieran tener y tanto tronco como ramas grandes se cortaban en pedazos más
cortos y manejables, estos se dejaban al sol para que terminaran de secarse,
estos posteriormente se cortaban en dos o en cuatro partes (hacer leña) cuando
ya se iban a ocupar ya fuera para calentar la comida, calentar agua para pelar
algún marrano y hacer chicharrones del mismo marrano en un cazo y algunas otras
cosas para las que se usaba la leña, así transcurrió ese día, prácticamente no
se trabajó en las labores pues estaba muy humedad la tierra, se tenía que dejar
orear para que no se hiciera un atascadero con el zoquete (lodo).
Más tarde alrededor de las 18:00 horas me dispuse a encender la vieja
radio de pilas que era el único aparato de entretenimiento con el que contábamos
en la pastoría, de hecho era el único entretenimiento con el que contábamos también
en la casa del pueblo, en algunas de las casas de la gente que tenía el modo o
estaban más acomodadas (dinero), si contaban con televisión que en aquel tiempo
eran unos aparatos muy voluminosos ya que eran de los conocidos como de bulbos,
además eran televisores que se veían en blanco y negro, no había de color; por
lo menos en el pueblo.
Eran tan raro que algún vecino tuviera televisor que hasta cobraba para
dejar pasar a verlo, me acuerdo que en aquel tiempo cobraban 20 centavos, una
moneda de cobre de tamaño mediano, de las que circulaban en ese tiempo en el
pueblo, con esa moneda podías comprar en la tienda un pan de azúcar, tres
dulces y tres chicles, en la actualidad (2016) para comprar esas tres cosas
debes desembolsar alrededor de 10 pesos.
Bueno regresando a lo que les estaba contando, encendí la radio me eche
sobre un costal en el suelo de tierra y sintonice o trate de sintonizar la estación
XEW, por la cual se en ese tiempo transmitían las radionovelas Porfirio Cadena
el ojo de vidrio, Chucho el roto y Kaliman el hombre increíble, estas eran mis
tres radionovelas favoritas aunque había otras que también salían en ese tiempo,
estaban magistralmente actuadas por los actores y los efectos especiales tan
bien logrados que cuando las escuchaba y cerraba los ojos podía ver y sentir lo
que ellos hacían, era casi como si yo me convirtiera en parte de la
radionovela, era muy parecido a leer un libro que te gusta mucho y te
transportas a vivir las aventuras narradas en él, te conviertes en un actor más
del libro o en este caso de las radionovelas, un actor mudo ya que te sientes
en medio de la acción pero no puedes interactuar con ellos, eres como un
testigo mudo o como un fantasma que puede ver y oír pero no hablar o hablar
pero no ser escuchado.
Para mí era muy emocionante casi diría yo que era excitante poder
escuchar las radionovelas y de alguna manera interactuar con los personajes,
tratando de advertirles acerca de alguna traición del oponente o tratando de
avisarles de algún peligro que podía correr, en ocasiones era hasta frustrante
ya que obviamente por más que les advertías, estos terminaban siendo
traicionados por los oponentes o caían en las trampas que estos les tendían,
esa era la magia de la radio por aquellas latitudes en aquellos tiempos.
Estaba de lo más entretenido con las radionovelas cuando mi padre me
llamo para cenar, así que me levante de mi improvisada cama en el suelo y por
supuesto me lleve la radio conmigo para terminar de escuchar las radionovelas,
esa noche solo cenamos unos huevos revueltos acompañados por frijoles,
tortillas y un chile (salsa) preparado por mi padre en una sartén, este llevaba
chiles jalapeños (cuaresmeños) picados , cebolla picada, tomate (jitomate)
picado, medio diente de ajo machacado, esto se echaba en la sartén con un poco
de manteca de cerdo y se freía hasta que el chile estaba blando, iba a estar
deliciosa la cena, está la acompañamos de un té de yerbanis (pericón) era una
planta que se daba mucho por esos lugares, era una planta que crecía hasta los
50 centímetros, era de un color verde intenso y daba una flor de un llamativo
color amarillo, el olor y sabor eran muy apreciados por la gante de los
alrededores.
Bueno una vez que terminamos de cenar y que se hubieron terminado también
las radionovelas, mi padre y yo nos enjuagamos la boca y nos dispusimos a caer
en los brazos de Morfeo, porque han de saber que yo ya tenía conocimiento de
quien había sido Morfeo que no era otro más que el Dios de los sueños que a su
vez era el hijo de Hipnos el Dios del sueño, todo esto dentro de la mitología
Griega, todo eso y otras cosas más me las había contado mi padre en algunas
platicas que teníamos a veces antes de poder conciliar el sueño.
Así que esa noche paso sin contratiempos y a eso de las 7:00 horas a.m.
desperté y escuche que mi padre ya andaba afuera de la casa y parecía que
andaba peleando con los trastes, asi que apure a levantarme antes de que se
produjeran algunas bajas del bando de los trastes por supuesto y me apure para
auxiliarlo en el lavado de los mismos.
Me levante. Me enjuague la boca y me fui al rio a traer agua para lavar
los trastes, el rio al que hago referencia no era más que un pequeño arroyo de
aguas escasas pero cristalinas del cual nos surtíamos de agua para todas las
actividades en las cuales esta era la protagonista, llámese asearnos ya fuera lavándonos
manos y cara o de plano bañarnos, tomar agua durante el día, preparar los
alimentos, etc., el rio o arroyo estaba como a cincuenta metros de distancia de
la casa y había que sortear algunos grupos de nopales, gatuños, huizaches y cardenches que normalmente son parte de la
flora avecindada en la región, así que seguí la vereda que me llevaría hasta el
arroyo, cuando llevaba la mitad de la distancia recorrida me llamo la atención
el brillo de un objeto que estaba semienterrado en el suelo en la orilla de la
vereda por la que transitaba en ese momento, me detuve, me agache para ver qué
tipo de objeto era aquel, a primera vista parecía que el objeto estaba hecho de
algún tipo de metal, se alcanzaba a ver parte de la cara plana de uno de sus
lados, alcance a observar algunas pequeñas letras, recogí un pedazo de un
pequeño palo de la rama de un árbol que se encontrada a un costado mío en el
suelo y le empecé a rascar al objeto que acababa de encontrar, conforme le fui
rascando alrededor del objeto, este fue quedando expuesto ya a flor de tierra,
cuando termine de sacarlo lo tome en mi pequeña mano, era de un tamaño grande
comparado con las monedas de a veinte centavos que ya había tenido en mi poder,
era una moneda plateada, podía ser una moneda de un peso de las que traían
grabada la imagen de Morelos, la guarde en mi bolsa y seguí mi camino hacia el
arroyo.
Llegue al arroyo, llene la tina (cubeta) que llevaba para llevar agua a
la casa, saque la moneda y comencé a lavarla en las cristalinas aguas del
arroyo, mientras más le tallaba para quitarle la tierra pegada a la moneda,
esta iba adquiriendo un color y un brillo más intenso, era de color plateado y
era una moneda de a peso de Morelos, de las que son de plata, la seque con mi
paliacate (pañuelo) y me la guarde en la bolsa derecha de mi pantalón.
Regrese a la casa, lave los trastes y los puse a secar en el lavamanos
(palangana) y le dije a mi padre acerca de la moneda que me había encontrado,
se la enseñe y me dijo que había tenido buena suerte ya que la moneda era del año
1958 y era de plata pura, esta valía más que un peso que es como estaba
catalogada, me la devolvió y me dijo que la guardara bien, que no la fuera a
perder y que cuando regresáramos al pueblo íbamos a preguntar cuanto valía. Mi
padre ya tenía asando en las brasas un conejo que en el tiempo que yo había ido
al arroyo él lo había cazado en la parte trasera de la casa, lo íbamos a
acompañar con los frijoles y el chile que habían sobrado de la cena de la noche
anterior, humm, el conejo estaba riquísimo yo me comí una pierna y parte del
costillar, también tomamos te de yerbanis del que había sobrado de la noche
anterior, en seguida nos fuimos a terminar de sembrar maíz en la última labor
que nos quedaba aun sin sembrar, mi padre pego el tronco de mulas (dos mulas)
al arado yo prepare el costal de maíz desgranado y el morral en el que íbamos
echando una cantidad menor a la del costal para que fuera más manejable al
momento de ir sembrando el maíz en el zurco que iba abriendo el arado jalado
por las mulas.
Era una labor más bien chica, estamos hablando de alrededor de una hectárea
(una hectárea es un terreno de 100 metros lineales por lado) aproximadamente
10,000 metros cuadrados, para que se den una idea del tamaño de una hectárea,
en esta cabrían cincuenta lotes de doscientos metros de los que venden para
construir una casa, en esta labor íbamos a sembrar más o menos unos doscientos
zurcos de maíz, teníamos que terminar de sembrarlos este mismo día, y empezamos
poco a a poco, ida y vuelta para cerrar un zurco, nos tardábamos alrededor de 5
minutos con cada zurco sembrado, cuando corrían mas o menos las dos de la
tarde, alcance a ver en la distancia como a unos 500 metros en la loma de un
cerro en la dirección del pueblo, un jinete que venía, era mi hermano que ya venía
con las gordas que nos mandaba mi madre del pueblo, tardo como unos 10 minutos
en llegar, llego directamente a la labor donde estábamos trabajando mi padre y
yo, se bajó del caballo, bajo las cosas y descensillo el caballo y lo amarro en
el árbol más cercano a la labor, mi padre ya estaba encendiendo una lumbre
(fuego) para calentar las gordas que nos traía mi hermano del pueblo, no solo
eran gordas rellenas de asado en chile rojo y verde , también traía
quesadillas, traía queso, traía tornachiles, traía paquetes de galletas saladas
y portolas (sardinas en caldo de tomate (jitomate), toda una despensa que nos podía
durar más o menos una semana, después de la cual mi hermano iría otra vez al
pueblo a surtir nuevamente la despensa.
Ese día yo me comí una gorda de chile rojo, una quesadilla y también un
taco de portola preparada con cebolla,
tomate y chile picados (pico de gallo), mi hermano además se comió su porción
del conejo que habíamos almorzado mi padre y yo por la mañana.
Una vez que terminamos de comer, mi hermano tomo el lugar de mi padre en
el arado, porque mi padre ya estaba cansado, tenía 56 años en ese tiempo pero además
tenía un problema en la rodilla de una de sus piernas, cuando él era niño había
tenido un accidente en jugando se cayó y se lastimo la rodilla, lo llevaron a
curar con un señor que era huesero, le puso una pomada y lo sobo, le dijo a mi
abuelita que tuviera cuidado que mi padre no se fuera a mojar la rodilla porque
la pomada que le había puesto era caliente, al llegar a su casa los hermanos y
primos de mi padre estaban jugando en un charco que se había formado enfrente
de la casa y mi padre sin pedir permiso se metió al charco a mojarse junto con
sus hermanos y primos, cuando mi abuelita se dio cuenta el ya andaba adentro
del agua, lo saco jalando de las orejas pero el mal ya estaba hecho, la pomada
que el huesero le había puesto y el contacto con el agua fría le dejo la pierna
sin poder doblarla se le quedo semidoblada, entonces mi padre empezó a caminar
cojeando, este problema se agravaría ya adulto en una ocasión en que mi padre
viajaba arriba de un burro, este era muy mañoso y no obedecía las ordenes como
de que se detuviera o que volteara a uno o al otro lado y mi padre quiso
corregirlo con golpes, le dio un golpe con su mula (bastón) que usaba para
caminar, con tan mala suerte que se la dio en la nuca al burro y este de
desmayo cayendo encima de la rodilla que mi padre tenía mala, y se la aplasto
contra una piedra que estaba en el camino y en los forcejeos para poder librarse
del animal y levantarse, le lastimo mucho la rodilla la cual quedo astillada
por dentro y mi padre batallo mucho con dolores y curaciones en la rodilla
mala, había ocasiones que mi padre cuando se curaba se lograba sacar pedacitos
de hueso por un hoyo que se le hizo en la rodilla en la parte de afuera
(lateral), esto a fin de cuentas nos llevó a dejar el pueblo y viajar a la
ciudad de México cuando yo tenía 8 años e iba a cumplir 9.
Pero ya llegaremos a esas instancias en la narración y les platicare de
ello, por el momento continuábamos trabajando en la labor con mi hermano
manejando el arado que jalaba el tronco el cual formaban un par de mulas y yo
en la parte posterior sembrando el maíz, iban a ser casi las 18:00 horas p.m.
cuando terminamos de sembrar aquella labor que era la última que nos faltaba,
recogimos nuestras cosas y nos dispusimos a partir a la casa para descansar de
aquella jornada que había sido agotadora.
Llegamos a la casa y nos tumbamos unos bajo la sombra de un árbol y
otros dentro de la casa tratando de mitigar el cansancio y el calor que a esas
horas rondaría los 40 grados centígrados,
Mi padre nos sirvió unos jarros llenos de agua fresca que aunque natural
estaba muy buena, muy reconfortante ya que provenía de una tinaja que estaba a
la sombra de un árbol y semienterrada en la tierra y procurábamos que siempre
estuviera humedad la tierra que rodeaba a la tinaja.
Así fue transcurriendo la tarde y llego la noche, cuando estábamos
preparando la cena, hubo un momento en el que levante la vista para observar el
cumulo de estrellas que se podían observar casi a diario, menos los días en los
que el cielo estaba nublado, este día no era el caso así que cuando estaba
observando las estrellas hubo un momento en que me pareció que una de las estrellas
se había movido, el movimiento fue fugaz de tan solo un par de segundos, es
común que algunas veces se den los fenómenos de lluvia de estrellas y se puede
observar como las estrellas caen ya sea de forma vertical o de forma diagonal
hacia la tierra; pero en este caso no era así, el movimiento que alcance a
observar fue en forma recta, por un momento baje la vista y no creyendo lo que
había visto volví a mirar hacia el cielo, la estrella se movió nuevamente y
ahora se movió en forma recta nuevamente pero el tiempo que duro el movimiento
de la misma supero los diez segundos, yo, continúe observándola y claramente la
vi cuando cambio de dirección formando un escalón y continuo su viaje de manera
recta. Jamás en mi corta vida había visto algo semejante, debido a mi edad no
supe que pensar, yo sabía que las estrellas no tienen ese tipo de movimientos,
por lo menos no como si se movieran con voluntad propia, en fin la estrella
ceso en su viaje al llegar a cierto lugar en el firmamento y se quedó quieta
como estacionada, deje de verla y me ocupe en otras cosas pero estoy seguro que
más tarde se volvería a mover, no fue la primera vez ni sería la última que
estaría interesado en el movimiento de las estrellas o lo que fuera que se
moviera en el firmamento.
Terminamos de cenar y nos dispusimos a descansar, la noche transcurrió
de manera apacible, sin contratiempos y pronto llegaron las 07:00 horas de la
mañana y nos dispusimos a levantarnos para continuar con nuestras actividades,
el almuerzo ya estaba listo puesto que mi padre se levantaba antes que
nosotros, en esta ocasión mi padre había tatemado unos chiles anchos en las
brasas del hogar, después de pelarlos los había martajado (deshecho) con las
manos para hacer una especia de salsa de rajas de chile ancho (poblano),
acompañado de una generosa porción de frijoles guisados y un vaso de té de
yerbanis, al terminar de almorzar mi padre y mi hermano se dispusieron a irse a
trabajar a terminar los últimos detalles en la última labor que habíamos
sembrado el día de ayer, a mí me encargo que fuera a traer leña para preparar
la comida del este día.
No bien se hubieron ido mi padre y mi hermano y yo prepare mis arreos
para traer la leña, en esta ocasión llevaría una chavinra (un lazo) para hacer
la brazada (bulto) de madera, en esta ocasión me dirigiría al norte de la casa,
con rumbo al cañón por el cual se veía el agua cuando iba a empezar a llover,
un cañón para los que no lo saben en el lugar en donde se juntan dos
formaciones montañosas o cerros de buena altura, en medio de estas dos
formaciones se hace una especie de V y se le da el nombre de cañón.
Cuando ya había caminado cerca de veinte minutos acomode la chavinda en
el suelo y me dedique a juntar ramas de tamaño mediano de manera que al hacer
fuego con ellas hicieran brasas porque si las ramas están muy delgadas no hacen
brasas sino solo ceniza y no dura el tiempo suficiente para terminar de hacer
un buen guisado, casi había terminado de hacer la brazada de ramas cuando me
agache para depositar encima de la chavinda el último viaje de ramas, escuche
un ruido a mis espaldas de algo o alguien que paso corriendo a una velocidad de
vértigo, voltee de manera muy rápida pero no alcance a ver que había sido lo
que había pasado, aguce los sentidos por si se volvía a repetir el ruido, comencé
a avanzar hacia unos arbustos que estaban por donde se había escuchado el ruido
anterior y cuando ya estaba llegando al lugar, me faltaban escasos dos metros
cuando repentinamente salió de entre los arbustos algo que se movió a una velocidad
vertiginosa, lo pude identificar cuando ya se alejaba de mi posición, cuando ya
iba como a veinte metros, era un paisano (faisán), un ave corredora que
abundaba en estos lugares semidesérticos, el ave aunque corredora a veces también
se encarreraba y podía saltar y planear hasta por veinticinco o treinta metros,
en esta ocasión el ave que había visto era un macho, su plumaje era de
llamativos colores, entre dorado y amarillo en su base pero también tenía
colores como el verde, el azul y el rojo, todo un lujo poder observar a un ave
de ese tipo, termine de hacer la brazada, me la cargue en la espalda y deshice
el camino andado hasta llegar a la casa, estaba sola, baje la carga y deshice
los nudos de la chavinda, vacié la leña en el lugar habitual para ello y me senté
a descansar a la sombra de un árbol, en este caso era un huizache de tupidas
ramas, me fue aliviando el calor y el cansancio poco a poco, después de diez
minutos descansando a la sombra del árbol, me levante y me dispuse a servirme
un vaso de agua de la tinaja que estaba semi enterrada cerca de la base de otro
árbol cercano, este era un mezquite separado unos diez metros del huizache
donde había estado descansando yo hacía unos minutos, me tome el refrescante líquido
y me quede viendo hacia el horizonte con rumbo hacia donde se habían ido por la
mañana mi padre y mi hermano, a razón de unos treinta metros medidos desde
donde me encontraba en ese momento alcance a distinguir un brillo inusual en la
tierra, inmediatamente vino a mi mente el recuerdo de la moneda de a peso que
me encontré la ocasión anterior, rápidamente me dirigí al lugar de donde provenía
el brillo, al llegar me fije y vi que el brillo no era como el de la moneda, empecé
a rascarle alrededor del lugar de donde provenía el brillo y poco a poco fue
emergiendo de entre la tierra una especia de piedra de color verde, llena de
tierra, la saque con mucho cuidado y me dirigí al arroyo que no estaba más allá
de unos cuarenta metros, llegue a la orilla del citado arroyuelo y empecé a
lavar la piedra, cuando termine de hacerlo y una vez que la seque con mi
inseparable paliacate se revelo ante mis ojos una piedra transparente en un
color verde profundo que destellaba brillos con los rayos solares, por lo poco
que sabía de joyas, si es que esta era una de ellas, yo sabía que el color
verde le pertenece a las esmeraldas y por el tamaño más o menos lo que ocupa
una canica de las llamadas bombochas que debe ser más o menos un diámetro de
dos centímetros, si era una esmeralda como me lo estaba imaginando, esta debía
de tener un valor alto como para venderla o cambiarla por dinero en alguna
tienda o banco en Durango, debía valer por lo menos unos quinientos pesos, que
era más o menos el valor de cualquiera de las casas que conformaban el pueblo,
hablo de casas humildes, con un terrero que podía variar de 400 a 800 metros
cuadrados de terreno, con una casa construida de adobe que podía tener dos o
tres cuartos, una cocina y un comedor, no había ni baño ni sala; en aquellos tiempos
las casas humildes no los tenían porque no se usaban, ya que en lugar de baño
hacia uno sus necesidades en el corral que era la parte posterior del terreno,
casi siempre atrás de la casa y se sentaba uno en las sillas del comedor en
lugar de sala.
Bien pues estaba dejando volar mi imaginación, en caso de que esta
piedra fuera una esmeralda, con el dinero que nos dieran al venderla se podía
comprar una casa o comprar un terreno y construir una, aunque también se podían
comprar otras cosas como un tronco de mulas o caballos o unas tres vacas o unas
doscientas gallinas, ojala fuera un esmeralda la piedra que me acababa de
encontrar para que mis padres se ayudaran y nos ayudaran a nosotros ya que éramos
muchos hermanos, en ese momento éramos nueve hermanos vivos y dos hermanos
muertos casi al nacer, los hermanos vivos éramos: Jaime el mayor, le sequia
Manuel, mis hermanas Lucia y Maria Santos, mi hermano Alejandro que es el que
estaba con mi padre y conmigo en la Pastoría, mis hermanas Tomasa y Maria de Jesús,
yo y mi hermana más pequeña llamada Romana pero que yo no sabía porque todos le
decíamos Anita, si en total nueve hermanos vivos, al mayor no lo contábamos ya
porque se había ido a probar suerte a la ciudad de México y ya estaba
trabajando y ya se había casado y mi hermano Manuel que también ya se iba a
casar y también se iba a ir a la ciudad de México con mi hermano Jaime, si la
piedra en verdad era una esmeralda nos iba a servir de mucho en la casa ya que dependíamos
totalmente de la cosecha del maíz y del frijol que se levantara en los próximos
meses (Octubre-Noviembre), la gran mayoría de las personas que vivíamos en el
pueblo dependíamos de que se levantara bastante frijol y maíz en la cosecha,
para una familia humilde como la nuestra una buena cosecha dependiendo de las hectáreas
que tuviera de tierras cada familia que podía rondar entre cinco y unas veinte hectáreas,
en nuestro caso eran siete hectáreas las que mi padre tenía a su nombre, si de
cada hectárea se podían levantar de unos cinco a unos ocho bultos de frijol de
a 70 kilos, era un poco más de media tonelada de frijol por cada hectárea
sembrada; en total por las siete hectáreas que teníamos podíamos levantar unas
tres toneladas y media que es el equivalente a 64 bultos de frijol, pero
estamos haciendo cuentas en caso de que lloviera regularmente hasta finales de
Septiembre que era cuando las plantas ya tenían el fruto desarrollado y solo se
está esperando que terminen su maduración en la planta para proceder a cortarlos
y dejarlos mas o menos un mes en formaciones de borregos para el caso del
frijol y gavillas en el caso del maíz para que terminen de secarse y poder
parvearlos (separar la semilla de la paja) en el caso del frijol y pizcarlos
(quitar las mazorcas de la planta del maíz)
y encostalar la semilla, si no llovía regularmente es estos meses de
Mayo a Septiembre se podía perder parte de la cosecha a veces hasta tres
cuartas partes de la misma, había años en que se perdía este porcentaje y solo
se levantaban alrededor de 16 bultos o costales de semilla de frijol, si
hacemos cuentas que se necesitan por lo menos dejar tres bultos para la semilla
del siguiente ciclo de siembras, la familia contaría solo con trece bultos o
costales de frijol para subsistir del mes de Diciembre al mes de
Octubre-Noviembre cuando llega la otra cosecha, es una vida muy difícil ya que
estos trece bultos de frijol no solo son para comer sino para los demás gastos
como vestir y calzar a toda la familia y además tomando en cuenta que cuando querías
vender un bulto de frijol, te pagaban el kilo como a uno cincuenta, vendiendo
un bulto sacabas ciento cinco pesos los cuales en el mejor de los casos te podían
durar unos quince días para el puro gasto de la casa sin contar con el gasto
del vestido y el calzado para toda la familia, así que si la piedra que me había
encontrado era en verdad una genuina esmeralda, al venderla el dinero nos podía
servir para subsistir unos dos meses y medio cuando se acabara el frijol,
aunque también aquí entran las actividades extras que se pueden desarrollar por
parte de los integrantes de la familia, mi padre en tiempos en que no había
siembras que es el tiempo en que se les llama secas porque no llueve, solo ocasionalmente
llega a llover, el se dedicaba a vender carne ya que tenía una carnicería, mi
madre se dedicaba a componer o hacer ropa ya que contaba con una máquina de
coser en casa y mis demás hermanos cada quien dependiendo de la situación hacia
una u otra actividad para poder tener algo de dinero, sobre todo los que íbamos
a la escuela en ese tiempo, a mi difícilmente me podían dar dinero para gastar
en el recreo cuando estábamos en clases, yo me las ingeniaba para poder tener
aunque fueran unos centavos; a veces me ponía a pepenar frijol en la misma paja
que ya teníamos guardada en la casa, había que batallar mucho porque esta paja
ya había sido parveada y se le había quitado casi todo el frijol, para poder
juntar un cuarto de kilo de frijol con este método me podía tardar alrededor de
dos horas para poder tener treinta y ocho centavos, o a veces me podía robar
dos o tres huevos y los iba a vender a la tienda por estos tres huevos me daban
como unos cuarenta centavos, pero como había dicho antes un pan de azúcar, dos
chicles y dos dulces costaban como veinte centavos, así que con lo que sacaba
de pepenar el frijol o vender esos tres huevos ya tenía dinero para gastar dos
o tres días, así era de difícil la vida en mi pueblo en la década de los
setentas a principios.
Asi que guarde la piedra en la bolsa de mi pantalón, regrese a la casa y
espere pacientemente a que llegaran mi padre y mi hermano, cuando esto sucedió
saque de entre mis ropas la piedra y se la enseñe a mi padre y hermano, mi
padre la tomo en su mano y la observo a trasluz, igual lo hiso mi hermano, después
de eso mi padre dio su opinión pensando también que podía ser una esmeralda y
que efectivamente podía valer varios cientos de pesos, me puse sumamente
contento porque se ser correcta nuestra apreciación iba a poder ayudar a la economía
de la casa en esta ocasión. Mi padre guardo en su bolsa la piedra diciéndome
que yo la podía perder, no fue mucho de mi agrado que hiciera aquello pero no
dije nada, mi padre tenía razón así como me encontré la piedra la podía perder
en cualquier momento.
Nos dispusimos a preparar la comida, en esta ocasión seria solo calentar
las gorditas que el di anterior había traído mi hermano, aun había de chile
rojo y verde, rápidamente dimos cuenta de las gorditas y los frijoles que habían
quedado del almuerzo, cuando hubimos terminado con la comida, me dispuse a
encender la radio para escuchar las radionovelas, las baterías o pilas ya
estaban muy gastadas y el sonido era muy mocoso (cuando no se escucha claro) y
apenas se podía entender los diálogos de los personajes, aun así pude escuchar
las tres radionovelas que eran mis preferidas, el día de mañana mi hermano iba
a ir otra vez al pueblo por la despensa y las gordas y tortillas al pueblo, le
dije a mi padre que si podía ir con él, mi padre me dijo que si que podía ir
con mi hermano al pueblo por las gordas, me puse sumamente feliz porque tenía
ya más de quince días que no iba al pueblo.
Nos dispusimos a dormir, esa noche dormí plácidamente y soñé que andaba
en el pueblo jugando con mis amigos en la calle enfrente de la casa, mi sueño
fue interrumpido bruscamente por mi padre que pude sentir y escuchar que golpeaba
algo con sus manos de manera contundente, me volví a dormir y al otro día igual
a las 07:00 horas a.m. me desperté y me levante en seguida, al salir de la casa
en el patio vi que había un par de ratas de buen tamaño muertas con la cabeza
aplastada, son las creaturas que golpeaba mi padre por la madrugada, cuyo
pecado había sido entrar en la casa donde estábamos durmiendo sin haber sido
invitadas, mi padre empezó a pelarlas, nos iban a servir de almuerzo junto con
un guiso de papas que mi padre ya tenía en la lumbre, cuando termino de
pelarlas y de sacarles las entrañas, mi padre les unto un poco de manteca de
cerdo y las puso en un palo que atravesaba de lado a lado el hogar, las ratas
se iban a freír como si fueran unos cabritos o conejos en las brasas, en unos
treinta minutos estuvieron listas, cuando terminamos de comer las papas cada
quien agarro una parte de las ratas, en mi caso agarre las dos patas traseras y
le mordí a la escasa carne que tenían, el sabor era muy bueno muy parecido al
sabor del conejo, cuando era preparado de la misma manera a las brasas,
terminamos de comerlas y mi hermano y yo no preparamos para salir hacia el
pueblo.
Eran alrededor de las 10:00 a.m. cuando partimos a caballo, yo por
supuesto iba en las ancas del caballo, a buen paso (trote) haríamos mas o menos
las tres horas que ya les había contado que se deben de hacer, la primera hora
de camino todo estuvo muy bien, íbamos frescos aun y el sol aún no estaba en el
cenit, para la segunda hora íbamos pasando por un campo lleno de plantas de garambullos,
una fruta muy rica y apreciada por todos los habitantes de la región, me baje
del caballo y por unos diez minutos me dedique a cortar las pequeñas frutillas,
las iba echando en un morral que me acompañaba a donde quiera que iba, había
muchos garambullos y pronto junte como medio kilo, me volví a montar en el
caballo y en el camino, mi hermano y yo degustamos las frutillas, el calor del
sol había arreciado bastante, lo único que nos ayudaba era el sombrero que
ambos traíamos puesto y el poco aire que nos daba al ir arriba del caballo que
alegre porque ya había reconocido el camino de la casa seguía trotando.
Sin novedad llegamos a la casa, mi madre y mis hermanas nos recibieron
con grandes muestras de júbilo, eran un poco más de las 13:00 horas p.m., en
seguida nos prepararon un baño, yo en lo personal tenia mas de una semana que
no me bañaba, mientras terminábamos de darnos el baño mi hermano y yo, mi madre
estaba terminando de hacer la comida que en esta ocasión era una sopa aguada de
fideo, frijoles refritos y un chile (salsa) de jalapeños en el molcajete, las
tortillas como ya todos sabemos eran hechas a mano, toda una delicia para todos
los que estábamos acostumbrados a comer de este modo, si describiera la comida
de este día la palabra correcta debería ser “Deliciosa”, como hacía ya casi
quince días que no comía en la casa porque yo ya tenía casi quince días que me había
ido con mi padre a la pastoría, cuando terminamos de comer, mi madre me dio una
mala noticia (por lo menos para mí), me dijo que habían llegado a la Iglesia un
grupo de enfermeras y que estaban aplicando la vacuna contra el “Tétanos” y
contra el “Sarampión”, en ese momento mi cara sufrió una transformación, después
de estar súper contento y muy a gusto terminando de comer, empecé a mostrar
primero preocupación, de la preocupación pase al miedo y del miedo finalmente
pase al terror puro, me falto muy poco para que me echara a llorar, le tenía
terror a la inyecciones, fueran vitaminas, medicinas o como en este caso
vacunas.
Mi madre me aviso que a las cinco de la tarde iríamos a la iglesia a que
nos pusieran las vacunas a mi hermana más chica y a mí, pues ni hablar le dije
que si, haciéndome el valiente, por lo pronto faltaban todavía tres horas, por
lo mientras sacaría los pocos juguetes con los que contaba en la casa, si que
eran pocos, una trailita de madera con las ruedas de cajitas de vick vaporub,
una rueda metálica que no era otra cosa que el aro de un rin de bicicleta
rodada 28, esta rueda era para irla empujando con un gancho de alambre manejado
por mi mano y un montón de canicas la mayoría de barro, aunque contaba también
con algunas canicas llamadas mosaicos que estaban hechas de vidrio y eran más
cotizadas por los niños de mi pueblo, en fin me entretuve en jugar un rato, en
corretear a las gallinas un rato más y en recorrer el corral en su totalidad
jugando a las canicas, tratando de matarlas a todas con mi canica de la suerte
que era un mosaico transparente que tenía una figura adentro de color verde que
formaba un trébol, de esa figura el mosaico tomaba su nombre, “trébol” y vaya
que eran bonitos estos mosaicos, eran muy apreciados por todos los niños y
algunas niñas del pueblo, tan entretenido estaba que se me paso el tiempo
volando, cuando ya era tiempo de matar a la última canica que me quedaba con
vida, escuche claramente el grito de mi madre que decía: Juan ándale ya nos
vamos a la iglesia, quise protestar pero de mi boca no salió ni una palabra, mi
madre era de armas tomar y por menos que eso me podía dar una golpiza que no
quiero ni pensarlo; así que resignado llegue a donde estaba mi madre y mi
hermana la menor, salimos de la casa, la iglesia estaba relativamente cerca, a
tres cuadras de la casa, llegamos muy rápido para mi gusto, había una fila de
niños que iban a recibir su dote de vacuna, eran diez niños los que estaba
formados antes que mi hermanita y yo, mientras estábamos formados en esta fila,
yo deje volar mi imaginación y me puse a pensar que no debí haber venido al
pueblo, yo estaba tan a gusto en la pastoría que allá debí de haberme quedado,
ayudando a mi padre y mi hermano en las labores del campo, aunque también era
cierto que la primera parte de las labores estaba ya terminada, fácilmente mi
padre podía regresar al pueblo estar acá por unos quince días y luego regresar
a la pastoría a asegundar las labores que teníamos sembradas, yo me iría
nuevamente con mi padre y mi hermano a la pastoría ya que todavía no entrabamos
a la escuela, esto lo haríamos hasta que empezara el mes de Septiembre, en
estas cavilaciones estaba cuando le tocó el turno de la vacunación a mi
hermanita, que en cuanto le dijeron que era su turno empezó a llorar como si la
hubieran golpeado, trato de darse a la fuga pero la mano de mi madre la detuvo
a tiempo, así que no le quedó otro remedio más que ofrecer el brazo para la
primera de las vacunas, la del sarampión, también tendría que ofrecer la nalga
porque la vacuna del tétanos era en ese lugar, casi desmayada de tanto llorar
termino su turno frente de la enfermera que estaba aplicando la vacunas, me tocó
el turno a mí y me encomendé a todos los santos, le tenía pavor a las agujas y además
en aquel tiempo no había jeringas desechables, eran unas jeringas grandotas, metálicas,
no estoy seguro pero supongo que podrían estar hechas de acero inoxidable o
aluminio, el chiste que sus agujas también eran de gran tamaño, para mí fue a
la inversa primero me pusieron la de la nalga, en cuanto sentí el piquete sentí
que mi nalga tembló, y en cuanto vaciaron su contenido sentí que toda la pierna
se me durmió como si me hubieran puesto anestesia, termino la enfermera y le tocó
el turno a mi brazo derecho de recibir su dote de vacuna, mismo caso sentí que
se me quedo dormido y solo sentía que me hormigueaba, fui muy valiente porque
no llore, pero estuve muy cerca, total terminamos nuestro turno en la fila de
las vacunas, mi madre les dio las gracias a las enfermeras y nos dijo a mi
hermana y a mí que íbamos a pasar a la iglesia a dar gracias a Dios, pasamos a
la iglesia que a esas horas estaba casi vacía, con mucho trabajo nos hincamos
mi hermana y yo para persignarnos y después para sentarnos, nos dolía horriblemente
la vacuna de la nalga, estuvimos como unos quince minutos más en la iglesia,
mientras mi madre hacia unas oraciones, cuando termino, salimos de la iglesia y
nos dirigimos a la casa, en la esquina de la iglesia estaba un señor que vendía
duros (chicharrones) y barquillos de nieve, mi hermana y yo le rogamos a mi
madre que nos comprara un barquillo, mi madre se nos quedó mirando y pensando
por lo que habíamos pasado recientemente, se condolió de nosotros y nos compró
el barquillo, mi hermana lo pidió de vainilla y yo lo pedí de limón, en ambos
casos el señor le puso a los barquillos encima de la nieve una generosa porción
de miel de sabor fresa, deliciosa, mi madre pago diez centavos por los dos
barquillos y seguimos nuestro camino hacia la casa, una cuadra antes de llegar
a la casa vivía mi mejor amigo de aquellos tiempos un niño llamado Nino, íbamos
juntos a la escuela y éramos compañeros de aventuras, le dije a mi madre que si
me dejaba invitarlo a jugar a la casa, me contesto que sí, y mi hermana y mi
madre siguieron su camino hacia la casa, yo llegue frente a la casa donde vivía
mi amigo y toque la puerta, salió la mama de Nino, la salude y le pregunte por él,
me contesto que estaba adentro y lo llamo, llego Nino, lo salude y le pregunte
a su mama que si lo dejaba ir a jugar a mi casa un rato, su mama le dio permiso
de ir a jugar a mi casa solo una hora, eran las 18:00 horas p.m., teníamos
hasta las 19:00 horas p.m. para jugar y contentos nos despedimos de la señora y
nos dirigimos a la casa, llegamos a la casa y nos dirigimos al corral que era
el lugar habitual de juegos, empezamos a jugar con la trailita que yo tenía, la
llenábamos de tierra y la transportábamos de un lado al otro del corral para
hacer adobes y posteriormente hacer una casa con ellos, se nos pasó el tiempo
volando, no terminamos de hacer la casa y solo se quedó con las paredes levantadas,
quedando mi amigo y yo de terminarla el día de mañana, nos despedimos y mi
amigo se marchó para su casa, eran ya las 19:00 horas y hasta esa hora le
habían dado el permiso, me quede yo solo en el corral de la casa, me encantaba
la temporada de lluvias porque hay hierbas y plantas por todos lados esto es
muy apreciado por lo menos en esta parte del país en que la temporada de lluvias
va de Junio a Septiembre, solo cuatro meses de lluvias y los demás meses son de
secas, puro aire, calor en verano y frio en invierno, aproveche los últimos
rayos de sol para terminar de recoger mis juguetes y guardarlos en mi cuarto.
Mi madre nos llamó a todos a cenar, en esta ocasión mi madre había hecho
un atole de harina de trigo sabor chocolate, también había hecho una sopa como
la que hacen en las reliquias, estas sopas son de varias sopas diferentes, pero
las guisan juntas, la sopa iba acompañada del famoso asado que no es otra cosa más
que un guisado de carne de puerco con chile puya rojo, este asado es de mis
platillos favoritos de la comida típica Duranguense, estuvimos presentes en la
cena casi todos, solo falto mi padre que estaba en la pastoría y mis dos hermanos
mayores que estaba viviendo desde hacía unos meses en la capital llamada México,
una ciudad enorme, con muchísimos coches, camiones y fábricas, más adelante les
platicare acerca del viaje que hicimos a la capital.
Total que estuvimos cenando, eran las 20:30 horas terminamos de cenar a
las 21:00 horas que era un horario en desuso para la cena, normalmente en estos
pueblos la cena tiene que ser antes de las 20:00 horas porque ya para las 21:00
horas, casi toda la gente está ya en su cama dormida o tratando de conciliar el
sueño, como no había luz eléctrica o algún entretenimiento como en las grandes
ciudades, la gente prefiere irse a dormir temprano y levantarse temprano al
otro día.
Terminamos de cenar y nos fuimos a dormir, esa noche dormí como un
bendito, aunque las vacunas que me habían aplicado durante la tarde aún me dolían
un poco, el día había sido muy ajetreado y caí rendido, aunque desperté
sobresaltado a eso de las 04:00 horas de la madrugada, yo creo que tenía
calentura porque desperté agitado y además veía unos changos que iban brincando
de cuadro en cuadro, en los cuadros que tenía mi madre colgados en la recamara,
hubo también una ocasión que veía una tortilla enorme como de un metro de diámetro
que me la tenía que comer y ¡no me cabía en la boca!, era la reacción de mi
cuerpo a las vacunas que me habían puesto un día antes, llego la hora en que se
levantó mi madre que era a las 06:00 horas de la mañana, a mi hermana menor y a
mí nos dejaban dormir un poco más, cuando paso al lado de la cama donde estaba
dormido yo, le comente como me sentía, vino hasta mi lado y me toco la frente,
me dijo que tenía un poco de calentura que me iba a preparar un te para que se
me bajara.
Y dieron las 07:00 horas de la mañana, al tratar de incorporarme de la
cama, sentí un agudo dolor en mi nalga derecha, que es en la que me habían
aplicado la vacuna, era un dolor tan fuerte que no podía caminar de manera
normal, sino que tenía que cojear para poder hacerlo, a mi hermana le pasaba lo
mismo, la enfermera le había dicho a mi madre que en los próximos días podíamos
presentar estos síntomas y que podían durar hasta tres días, ya se había puesto
cabron porque no podría regresarme a la pastoría en este día, yo creo que mi
hermano se tendría que ir a pastoría solo en un rato más.
Dimos cuenta del almuerzo que les había comentado hace un rato todo esto
acompañado por un café con leche y unas piezas de pan ranchero que mi madre había
mandado a comprar a la tienda; todo estuvo delicioso como de costumbre, comí
como un niño sin hogar , parecía que tenía varios días sin probar bocado,
cuando terminamos de almorzar, me salí junto con mi hermana al corral, para
enseñarle la casita que estábamos haciendo entre Nino y yo, a mi hermana le
gustó mucho la casita y me dijo que si podía jugar con nosotros cuando llegara
Nino, le dije que sí, que no había ningún problema que podía jugar con
nosotros, en eso estábamos cuando tocaron a la puerta, trate de correr a la puerta
para ver quien tocaba pero no pude, cojeando atravesé el corral, el patio y
llegue a la puerta del corral, Nino siempre tocaba en esta puerta, esta era por
la que entraba y salía la traila de mi padre y los animales, caballos, burros y
vacas que a veces llevábamos a pastar, aunque teníamos la puerta de entrada a
la casa que era por donde entraban las visitas, Nino siempre tocaba por el
puerton (portón) o zaguán, abrí el puerton para que Nino pasara, entro y los
tres juntos nos dirigimos al corral a continuar nuestro juego, nos faltaba como
la mitad para terminar de construir la casita que habíamos comenzado un día
antes, ahora tendríamos que a construirle un techo a la casita, para esto tendríamos
que conseguir unas vigas y más tierra para el techo y posteriormente apisonarlo,
era una ardua labor la que nos esperaba, lo bueno que ahora Nino traía toda la
mañana de permiso, su mama sabía que aquí en la casa estaba seguro, que era mi
mejor amigo y que siempre nos habíamos llevado bien, también mi madre y mis
hermanos lo trataban bien, empezamos acarreando la tierra del lugar que la habíamos
empezado a acarrear el día de ayer, tuvimos que echar seis viajes de tierra en
la trailita, a esta solo le cabía una palada de tierra, también echamos tres
viajes de ramas para hacer las vigas, mientras tanto mi hermana jugaba con sus
muñecas, las muñecas de mi hermana eran unas muñecas de trapo, que aunque no
eran muy bonitas ella las quería mucho, después de jugar un buen rato con ellas,
mi hermana nos dijo que van a querer de comer para hacerlo, le dijimos que queríamos
unas gorditas de chile rojo, y se puso manos a la obra.
Nosotros mientras tanto ya teníamos bien armadas las vigas solo nos
faltaba hacer el zoquete para echar el colado, tuvimos que echar tres viajes en
la trailita con un bote dulcero lleno de agua, una vez que terminamos de
acarrear el agua, hicimos la mezcla y comenzamos a colar el techo de la casita,
una vez que hubimos terminado, mi hermana nos llamó a comer, ella se las había
ingeniado para hacer comida de verdad, no eran gorditas reales sino que las había
hecho de tortilla y con lo que había sobrado del asado, la verdad es que
estaban buenas las “gorditas”, además nos había traído de tomar agua de limón,
total que comimos y una vez que terminamos de hacerlo, voltee y me quede viendo
hacia el cielo, este se había empezado a poner oscuro, le dije a mi hermana y a
Nino, parece que va a llover; vamos a apurarnos a recoger las cosas para que no
se nos vayan a mojar y dicho y hecho apenas habíamos terminado de recoger las
cosas cuando empezó a lloviznar, primero fueron unas cuantas gotas, corrimos a
guarecernos de la lluvia, en unos pocos minutos el aguacero agarro una fuerza
desmedida, pocas veces había visto llover con esa fuerza, me pregunte a mí
mismo y les comente a mi hermana y a Nino que si la casita iba a aguantar que
pasara la lluvia porque con la prisa se nos olvidó taparla con algún hule o un cartón,
como me hubiera gustado haber tenido una cámara de fotos de las digitales o un
celular como las que hay en la actualidad y tomarle unas fotos a la casita para
tenerlas de recuerdos porque estoy seguro que no van a aguantar y se ha a
deshacer con la lluvia, mi hermana y Nino se me quedaron viendo sin entender lo
que acababa de decir, ya que yo absorto viendo la lluvia había dicho en voz
alta lo que estaba pensando y lo de la cámara y el celular para ese tiempo eran
cosas impensables, no había, no existían; bien ahí quedo la cosa, nos metimos a
la casa y esperamos a que terminara de llover, ya eran las 13:00 horas Nino se tenía
que ir a su casa, la lluvia paro a las 14:00 horas y Nino de despidió de
nosotros y salió disparado hacia su casa, mi hermana y yo esperamos un rato más
y luego sin aguantar la curiosidad fuimos a ver que había quedado de la casita,
tal y como la había dicho yo hacía un rato, de la casita solo habían quedado
ruinas, como las ruinas que a veces la gente descubre de civilizaciones
anteriores, solo habían quedado en pie los cimientos de la casita con unas
formas que más bien parecían montículos como los que hacen las hormigas y las
termitas en sus madrigueras, bueno había sigo un buen entretenimiento para mi
amigo, mi hermana y para mí.
Mi madre nos llamó a comer…aquí termina el primer capítulo de este libro
llamado Memorias de mi niñez.