Historia de la Moneda y el Dinero
1. Introducción
3. Gran Bretaña
5. El Dólar
8. El Franco
10. Conclusión
11. Bibliografía
Las primeras monedas fueron
acuñadas con carácter oficial,
en Lidia (hoy Turquía), un pueblo de Asia Menor,
aproximadamente en el año 600 antes de Cristo, aunque su origen y uso provenía
de muchísimos años antes. Estas acuñaciones eran de oro y de plata y llevaban
estampado el sello del león del Rey. Luego comenzaron a acuñarse también en China y
posteriormente en Grecia,
para ser adoptado luego, por todos los pueblos.
Su nombre proviene del latín 'moneta',
apodo con que se nombraba a la Diosa Juno, cuyo templo en Roma era
usado para acuñar las monedas.
En países de Asia y
África se usaron valvas de cauríes, unos moluscos, como monedas primitivas,
especialmente en China e India,
unos 3.500 años antes. Los chinos usaron monedas de hierro hacia
el siglo IX a C., pero las reemplazaron por papel moneda,
pues eran muy pesadas.
Leonardo Da Vinci realizó estudios
sobre la fabricación de las monedas y trató de sustituir el martilla miento en
caliente de las monedas extraídas de lingotes metálicos, por el corte de discos
metálicos lisos, de cinta ya preparada con el espesor deseado. Reunió en una
sola máquina, mediante punzones especiales, las dos operaciones de
corte y acuñación para la Ceca Vaticana.
Antes de su aparición, los negocios se
hacían mediante trueque o intercambio de bienes o
elementos, y también se llegaban a pagar las mercaderías con lingotes de oro y
plata. Al implementarse el uso de una moneda que tenía siempre el mismo valor,
aumentó los intercambios mercantiles.
Ya en el año 1100 a.C.
circulaban en China miniaturas de cuchillos de bronce, hachas y otras herramientas utilizadas
para reemplazar a las herramientas
verdaderas que servían de medio de cambio.
Las monedas hechas con una aleación de oro y plata aparecieron por primera vez
en el siglo VI a.C. en el distrito de Lidia, en Asia Menor, que era en aquella
época un importante país industrial y comercial. Este dinero era
genuinamente dinero material,
cuyo valor venía
determinado por su contenido en metales preciosos.
Las monedas proliferaron rápidamente en todos los países desarrollados del mundo.
Tanto los monarcas como los aristócratas, las ciudades y las instituciones empezaron
a acuñar dinero con su sello identificativo para certificar la autenticidad del
valor metálico de la moneda.
Algunas de las primeras monedas
tenían una composición muy estable, como es el caso del dracma emitido en
Atenas en el siglo VI a.C. y cuya composición era bastante estable, con un
contenido en torno a
los 65-67 granos de plata fina, o como la redonda qian moneda
china de cobre aparecida
en el siglo IV y que se mantuvo como moneda oficial durante dos mil años. Sin
embargo, las monedas siempre se limaban o recortaban para sacar el metal
precioso que contenían, por lo que las autoridades que las emitían estaban
tentadas a rebajar la acuñación asegurándose beneficios a corto plazo al
reducir el contenido de metales preciosos.
Las monedas de baja calidad de
bronce o cobre eran,
de hecho, dinero fiduciario, cuyo valor dependía principalmente del número de
monedas de oro o cobre por las que se podían intercambiar. Las monedas de oro y
plata solían circular fuera del país que las emitía dado su valor intrínseco;
así, el peso de plata español,
cuyo material provenía de las minas del Perú y de México,
se convirtió en una moneda de uso corriente en China a partir del siglo XVI.
Una vez creadas, las monedas
originaron un sistema monetario
cuyas características
han permanecido, en esencia, constantes durante milenios; uno de los cambios
que ha perdurado fue la introducción,
en las monedas europeas del siglo XVII, de las ranuras en los bordes con el fin
de evitar que se limasen. El papel moneda
fue introducido por primera vez en China, en torno al
siglo IX, como dinero en efectivo intercambiable por certificados emitidos para
el gobierno de
la dinastía Tang por los bancos privados.
Respaldado por la potente autoridad del Estado chino,
este dinero conservaba su valor en todo el imperio, evitando así la necesidad
de transportar la pesada plata. Convertido en monopolio del Estado bajo
la dinastía Song, el papel moneda ha pervivido durante toda la historia china a
pesar de las perturbaciones causadas por los cambios políticos y de que la
emisión del papel moneda no estaba respaldada ni por plata ni por otras
reservas. El problema de la depreciación hizo
que, a partir de entonces, se mantuviera la plata como patrón de cambio chino
para las transacciones importantes. El papel moneda apareció por primera vez en
Occidente en el siglo XVI, cuando se empezaron a emitir pagarés por parte de
los bancos para
respaldar los depósitos monetarios de sus clientes.
Estos medios de
cambio proliferaron y las autoridades coloniales francesas de Canadá utilizaban cartas de juego firmadas
por el gobernador como promesa de pago desde 1685, ya que el envío de dinero
desde Francia era
muy lento.
El papel moneda se fue haciendo
popular a lo largo del siglo XVIII, pero seguía siendo dinero crediticio que se
emitía para respaldar los depósitos de oro o plata. El dinero fiduciario,
cuando surgió, era normalmente una medida de urgencia para tiempos de guerra,
como los papiros (greenback) americanos. Los bancos privados fueron sustituidos
paulatinamente por bancos centrales como autoridades emisoras de papel moneda.
A finales del siglo XIX la caída del valor del oro acarreó la creación de un
patrón oro internacional en el que todas las monedas podían intercambiarse por
oro, y el valor del dinero (más que los precios)
estaba fijado por la paridad de la moneda con el oro. Casi todos los gobiernos
suspendieron la convertibilidad de sus monedas durante la I Guerra Mundial,
perdiéndose todo el interés por
volver a introducir el patrón oro internacional tras la Gran Depresión.
Gran Bretaña abandonó el patrón oro en 1931, y la transformación de las monedas
mundiales a dinero fiduciario con valores fijados
totalmente por la demanda del mercado culminó
con el abandono de la vinculación del dólar estadounidense en 1971.
Antes de la aparición de las
monedas, el comercio se
llevaba a cabo mediante el intercambio de bienes (trueque)
o utilizando lingotes de oro y plata. Este sistema resultaba
poco práctico porque era necesario pesar y evaluar la calidad del
metal, en cada intercambio se establecía el valor de los lingotes, por lo que
se dificultaba el crecimiento del comercio y
la industria.
La invención del sistema de acuñación de monedas, cuyo valor era siempre el
mismo, resolvió los inconvenientes anteriores. Con la caída —en el siglo IX—
del imperio de Carlomagno, el emperador católico, desapareció el sistema de
acuñación centralizado en Europa.
Durante la edad media se
acuñaban distintas monedas en los cientos de pequeños feudos, de forma que los
distintos señores feudales, reyes y nobles, emitían cada uno una moneda
distinta sin tener en cuenta ni el interés general
ni lo que acuñaban los demás. La aparición del papel moneda en la China de la
dinastía Tang en el siglo IX marcó un hito en la historia monetaria.
Al principio, el papel moneda lo emitían bancos privados hasta que, en el siglo
XI, bajo la dinastía Song, se convirtió en un monopolio estatal.
No obstante, durante mucho tiempo,
en Europa el
papel moneda lo emitía cada banco,
respaldando sus emisiones con sus reservas de oro y plata. No fue hasta mucho
más tarde, con la aparición de los bancos centrales, cuando el papel moneda
empezó a emitirse con el respaldo del gobierno central
de cada país.
La aparición de los Estados
centralizados modernos posibilitó la homogeneización de la acuñación de monedas
en grandes áreas. Sin embargo, existían numerosas excepciones. Por ejemplo,
durante el siglo XVI España y
Portugal crearon casas de la moneda independientes en Sudamérica y América
Central para acuñar el oro y la plata que importaban de sus colonias del Nuevo
Mundo. En Japón,
durante la época Tokugawa, cada daimio podía emitir sus propias unidades
monetarias. Sólo se ha conseguido uniformar la acuñación de monedas en la
actualidad.
La mayoría de los países disponen
ahora de una Casa de la Moneda única, aunque la creación de dinero puede
depender de varias instituciones.
Por ejemplo, aunque la creación de dinero en España depende
únicamente del Banco de
España, las monedas las acuña el Tesoro, en la Casa Real de la Moneda, y los
billetes los emite el Banco de España directamente. Otros países no tienen Casa
de la Moneda propia, pero contratan el servicio en
exclusiva con otra de otro país. Esto puede deberse a razones técnicas (que
no se tenga la tecnología suficiente)
o por razones políticas,
cuando la demanda de
dinero nacional no justifica una oferta independiente
que resultaría enormemente cara, o porque la moneda nacional no tenga credibilidad,
como ha ocurrido en algunos países de América Latina que
utilizan el dólar estadounidense como sistema de valor de equivalencia, aunque
imprimen moneda nacional en sus propias Casas de la Moneda o bancos centrales.
La Casa de la Moneda suele
encargarse de retirar de la circulación el dinero antiguo
y de poner en circulación nuevas monedas y billetes, destruyendo los antiguos y
refundiendo las monedas viejas. Muchas también realizan otro tipo de
actividades, como es la refundición de metales preciosos, el diseño
de grabados de alta calidad o la creación de medallas y monedas de colección.
La acuñación de moneda en la
península Ibérica se remonta al siglo III a.C.
La universal utilización y demanda
de monedas de oro y plata se debe a que satisfacían perfectamente las
necesidades de un sistema monetario práctico mejor que cualquier otro artículo.
Estos metales preciosos, limitados y con altos costes de extracción, siempre
tuvieron una elevada equivalencia en mercancías. El alto valor de cambio del
oro y la plata significaba que el volumen físico
de una cantidad de valor muy elevada es mínimo, lo que contribuía a facilitar
el transporte y
almacenaje, y aumentaba su utilización en el comercio
internacional o entre regiones muy distantes. Para su mejor
conservación comenzaron a hacerse aleaciones con
otros metales, así, la ley de
una moneda es la proporción de metal precioso que contiene en relación con su
peso total. Junto a las monedas de oro o plata se desarrollaron las de metal
vil, como el cobre, cuya aleación con plata recibirá el nombre de vellón.
Naturalmente, el vellón era una moneda cuya validez se limitaba, en principio,
al territorio en que era acuñado. Entre diversos países se utilizaba
exclusivamente la moneda de oro o plata, lo mismo que ocurría, dentro de un
mismo reino o territorio, cuando se trataba de cantidades importantes. Las
monedas de vellón dominaban en cambio las transacciones menudas, que eran las
habituales entre la población.
La existencia de dos tipos básicos
de moneda: la de metal precioso y el vellón, compuesto fundamentalmente de un
metal vil, como era el cobre, hacía que, mientras las monedas de oro o plata,
con independencia de
su valor de cambio, se aceptaban por su valor intrínseco, las de vellón se
cambiaban con las otras en la medida en que la cantidad circulante no fuera
excesiva y la ley de
las monedas de vellón se mantuviera estable. Si no ocurría así y se acuñaba
mucho más vellón o se reducía su cantidad de plata, o su peso, tales monedas se
depreciaban en relación con las otras, y aparecía el llamado 'premio' o cantidad
adicional que el poseedor de moneda de oro o plata exigía por cambiarla por las
vellón. Desde la baja edad media,
con los comienzos del capitalismo,
comenzaron a utilizarse medios de
pago no monetarios, como las letras de cambio, que en las grandes transacciones
mercantiles evitaban el transporte continuo
de oro o plata y los riesgos inherentes
al mismo.
Durante la alta edad media, y
debido a su economía primordialmente
autárquica, apenas hubo circulación monetaria. La evolución hacia
una economía
de carácter comercial
permitió el desarrollo de
los intercambios, lo que exigió una mayor acuñación de metales preciosos.
Durante los siglos VIII y IX la
circulación monetaria fue escasa. Los reyes asturleoneses no hicieron
acuñaciones propias y en los condados catalanes se adoptó el sistema monetario
Carolingio basado en la plata. A partir del siglo XI, el desarrollo
económico que se produjo en los reinos cristianos peninsulares,
al igual que ocurrió en toda Europa, permitió un incremento de las actividades
comerciales y la utilización de la moneda como medio de pago comenzó a ser
frecuente. Además, la sustitución del califato de Córdoba en 1031 por los
reinos de taifas facilitó a los reinos cristianos un sistema de explotación
financiera basado en las parias, tributos que
pagaban los musulmanes en moneda de oro (dinares o metcales) y de plata
(dirhemes). A partir de este momento todos los príncipes hispano cristianos
comenzaron a acuñar moneda propia.
En Castilla y León el sistema
monetario utilizado se inspiró en el de al--Ándalus. Alfonso VI fue
probablemente el primer rey que acuñó moneda propia. Este monarca fundó una
ceca o casa de la moneda en Toledo y otra en León, donde se acuñaba moneda
regis o denarios regis, moneda de vellón acuñada con la
plata procedente de las parias musulmanas mezclada con una cierta cantidad de
cobre. Sin embargo, lo normal era imitar la moneda musulmana, de forma que
durante este reinado circularon también los dirhemes de plata. Aunque la
acuñación de moneda era un derecho regio, algunos grandes señores como el
obispo de Santiago, Diego Gelmírez, obtuvieron por privilegio del rey en 1107
el derecho de acuñación.
A partir de la cuarta década del
siglo XII el papel del oro almorávide fue decisivo. El sistema monetario
musulmán, basado en el oro, fue el que se adoptó en Castilla y León, donde el
dinar almorávide fue la base del sistema monetario cristiano. Fue Alfonso VIII
quien a partir de 1172 acuñó la primera moneda de oro autóctona castellana, el
maravedí de oro, que imitaba los dinares almorávides. También durante el siglo
XII continuó la acuñación de dineros de vellón, lo cual facilitó la utilización
de la moneda por un mayor número de individuos.
Durante el siglo XIII, el maravedí
de oro dejó de acuñarse y fue Fernando III el Santo el que emitió una nueva
moneda de oro, la dobla o castellano,
basado en el dinar acuñado por los almohades. A partir de este momento, el
maravedí de oro se convirtió en moneda de cuenta o imaginaria, y la dobla
fue la pieza básica del sistema castellano.
Esta moneda se acuñó abundantemente durante los siglos XIV y XV con una calidad
excelente, llegando a equivaler en 1480 a cuatrocientos ochenta maravedís. Por
su parte, desde el siglo XIII los intercambios menores se realizaron con moneda
de vellón o con monedas acuñadas en plata. Con este último metal Alfonso VIII
acuñó pepiones y Fernando III los llamados 'dineros burgaleses'. Alfonso X el
Sabio, en un intento de mejorar su situación financiera, acuñó en plata el
'maravedí blanco' y en vellón los llamados 'dineros prietos' y 'dineros
alfonsíes'. Pedro I intentó convertir la plata en patrón del sistema monetario
y acuñó el 'real'. Enrique III emitió la 'blanca', moneda de vellón de la que
existieron numerosas variantes.
En definitiva, durante los siglos
XIII y XIV no hubo escasez de metales preciosos, aunque ello no impidió una
inestabilidad monetaria, sobre todo entre 1252 y 1286 a consecuencia de la
conquista andaluza, lo que provoco fuertes devaluaciones monetarias. Desde 1350
hasta los Reyes Católicos, el sistema monetario en la Corona de Castilla se
basó en las doblas (oro), reales (plata) y las diversas monedas de vellón.
En el ámbito navarro y
catalanoaragonés se adoptó el sistema carolingio basado en el monometalismo de
la plata. La unión de Navarra y Aragón en 1076 incrementó la percepción de
las parias procedentes de los musulmanes y aumentó la circulación monetaria.
Durante los siglos XI y XII la unidad de cuenta fue el 'sueldo', mientras que
se usó como moneda efectiva el denario o dinero. El oro se acuñó
esporádicamente en Barcelona con los condes Berenguer Ramón
I y Ramón
Berenguer I, recibiendo el nombre de 'mancus'.
La apertura de los comerciantes
catalanes hacia el Mediterráneo necesitaba de una moneda fuerte. Fue Jaime I el
Conquistador quien acuñó en plata el 'denario grossos' o 'gros', que equivalía
a doce denarios y medio. Inspirado en esta moneda, Pedro III acuñó un nuevo
dinero cuya marca característica
era una cruz y que se conocía como el 'croat'. El croat fue el símbolo
monetario de un período de brillantez económica, pero pronto fue necesario
introducir el oro en el sistema monetario catalán y emplear una moneda aceptada
en los circuitos comerciales
mediterráneos. Por ello, Pedro IV cambió el patrón plata por el oro y acuñó el
'florín de oro', que imitaba la moneda de Florencia. Las crisis de
la segunda mitad del siglo XIV provocaron numerosas devaluaciones de dicha
moneda, por lo que la burguesía catalana volvió a recuperar su confianza en el
croat, revaluándose la plata. Durante el siglo XV lo más característico de
estos núcleos orientales de la península Ibérica fue la fuga de moneda de oro y
plata al extranjero, junto con una invasión de moneda francesa,
fundamentalmente escudos y blancas.
Con los Reyes Católicos se inició
la homogeneización del sistema monetario peninsular, a partir del modelo aportado
por la economía más fuerte: la de la Corona de Castilla. Cada uno de los reinos
no castellanos continuó teniendo sus monedas. Pero en 1497 el patrón básico del
sistema se fijó en torno al 'excelente' (de oro y llamado ducado desde 1504),
el real (plata) y la blanca (vellón). La unidad de cuenta castellana, el
maravedí, establecía la relación entre los diferentes tipos de monedas: el
ducado valía 375 maravedís, el real 34 y la blanca 2'5. A partir de tales
equivalencias, se acuñaron monedas diversas: de dos, cuatro o más ducados; los
reales y sus múltiplos —el mayor de los cuales era el real de a ocho— o
fracciones, como los medios reales; y otra serie de monedas de vellón. En 1535
se introdujo una nueva moneda de oro de menos peso y ley que el ducado, con la
finalidad de igualar la moneda de oro castellana con la de otros países y
evitar su fuga al exterior. Dicha moneda fue el 'escudo' o 'corona' (350
maravedís), con lo que el ducado dejó de acuñarse y se convirtió en moneda de
cuenta. Los Reyes Católicos fijaron un límite máximo a la cantidad de vellón
circulante, con lo que establecieron un sistema estable, que funcionó
prácticamente durante todo el siglo XVI.
La acuñación de oro o plata era
libre. La Corona fijaba el peso, ley y valor de las monedas, y cualquier
particular podía acudir a las diversas cecas existentes en Castilla y acuñar su
oro o plata, de la misma forma que podía hacer fundir sus monedas y utilizar
dichos metales preciosos para cualquier otro fin. A medida que avanza el siglo
XVI, la plata, que llegaba en cantidades crecientes, principalmente de las
minas de Potosí (Bolivia),
fue imponiéndose como moneda de metal precioso mas utilizada, mientras que el
oro redujo su circulación. Centrándonos en Castilla, desde mediados del siglo
XVI, la situación monetaria se caracterizó por una inflación importante, lo que
incentivó la exportación de
metales preciosos. La Corona realizó múltiples esfuerzos para impedir la salida
de metales preciosos del reino. No obstante, dichos intentos fueron inútiles, y
la plata americana se dispersó rápidamente por toda Europa.
Entre las causas de este proceso destacaban
las siguientes. La abundancia de metal en Castilla incidía en que el valor de
la plata, expresado en bienes, fuese muy inferior al resto de Europa, por lo
que aquí los precios eran
muy superiores, lo que favorecía las importaciones y
dificultaba las exportaciones de productos,
y así el metal salía para hacer frente a los pagos del déficit. Al mismo tiempo,
la propia infravaloración del metal en España respecto de cómo corría en las
plazas extranjeras, favorecía directamente su salida hacia otros países (pues
las cecas aplicaban tarifas muy bajas y el contenido de metal fino en las
monedas castellanas era superior al de las extranjeras). A todo ello se añadían
las licencias de exportación que
la Corona concedió a los prestamistas extranjeros, de quienes dependía
financieramente, y la enorme salida de remesas monetarias para financiar la política internacional y
los continuos enfrentamientos bélicos. En ese contexto, las bancarrotas
oficiales fueron frecuentes.
En el siglo XVII se agravó la
situación. Al conocido como 'siglo de la plata' siguió una reducción de su
cantidad y la consiguiente carestía de la misma, además de utilizarse, sobre
todo, para saldar el déficit crónico de la balanza de pagos.
Las necesidades dinerarias llevaron a la Corona a abusar de las acuñaciones de
vellón, con las que obtenía un beneficio inmediato, gracias a la reducción de
su peso y a la eliminación de la plata que existía en el vellón anterior. Fue
'la era del cobre'. Lógicamente, el 'premio' de la plata aumentó, pero este
metal precioso seguía huyendo, puesto que la paridad oro-plata castellana seguía
siendo más alta que la francesa o inglesa. Esta situación de penuria y desorden
monetario, que duró hasta la década de 1680, nacía de la crisis crónica
de la Hacienda durante el gobierno de los Austrias.
Durante el siglo XVIII no hubo
novedades importantes en el sistema, aunque aparecieron nuevas monedas y
correlaciones entre ellas. Los Borbones trataron de estabilizar el sistema
monetario español,
pero la tendencia inflacionista de la segunda mitad del siglo provocó las
devaluaciones carolinas y la rebaja del contenido de metal fino y de la ley de
las nuevas monedas. Sin embargo, tuvo una mayor trascendencia la abundante
emisión de papel moneda, en forma de títulos de deuda pública (los
vales reales) y la creación del Banco de San Carlos en 1782.
En el siglo XIX aparece por
primera vez un sistema monetario español. El comienzo del siglo se caracteriza
por el mantenimiento de
las unidades monetarias anteriores, a las que se unía la circulación de monedas
inglesas o francesas. En 1848, se implantó el sistema decimal; las unidades
serían el doblón o centén isabelino de oro (igual a 100 reales o 10 escudos de
plata); el medio duro de plata (10 reales o un escudo), el duro (20 reales), la
peseta (4 reales), la media peseta y el real, así como una serie de monedas
menores de cobre. Por decreto de 1854, se extinguió la unidad de cuenta
tradicional: el maravedí, y se estableció como unidad efectiva el real,
dividido en 100 partes o céntimos.
Finalmente, el sistema monetario
español, bajo el influjo de la Convención Monetaria Latina (1865) consumó este proceso de
simplificación en 1868 con el Decreto Figueroa, que fijó como unidad la peseta
de plata de 100 céntimos, sobre la que habría varias monedas múltiplos, en oro
y plata, y otra serie de ellas fraccionarias, las menores de las cuales eran de
bronce, de 10, 5, 2 y 1 céntimo. En 1874 se concedió el monopolio de emisión al
Banco de España.
A partir de esta fecha se
consolida el sistema monetario base del actual, el cual se verá afectado por
las fluctuaciones del sistema monetario internacional. En el siglo XX han ido
desapareciendo las monedas hechas con metal precioso para utilizarse metales de
escaso valor, como el níquel, el cobre o el aluminio.
Dicha evolución,
unida al desarrollo del
papel moneda para los valores más
altos, se basa en la existencia a escala internacional
de un patrón oro, cuyos depósitos en el banco emisor de cada país respaldan la
moneda circulante.
La Libra es la unidad monetaria del Reino
Unido, representada por el símbolo £. Basándose en su contenido en oro, la
libra, representada por una moneda de oro, el soberano, contiene 113,001
granos, o 7,32238 gramos, de oro puro. Debido a la posición que tradicionalmente
ha tenido el Reino Unido en el comercio mundial, y como principal centro
financiero y de banca internacional,
la libra ha sido una de las principales unidades monetarias o divisa utilizada
a escala internacional.
La expresión de "área esterlina" o "zona esterlina" se
refiere a aquellos países que pertenecieron al imperio británico, o pertenecen
a la Commonwealth, o países cuyo comercio
exterior se realiza con el Reino Unido, y por lo tanto
mantienen muchas libras esterlinas en reservas.
En la historia, el término libra y libra
esterlina apareció en la Bretaña anglosajona en el siglo VIII cuando
la principal unidad monetaria, denominada "esterlina" se hizo
equivalente a 1/240 de una libra de plata y 240 esterlinas se conocían bajo el
nombre de "una libra de esterlinas". La libra se pudo convertir en
plata hasta el año 1717, siendo sustituida por oro por el gobierno británico.
En 1797 el gobierno abandonó el patrón oro durante las guerras napoleónicas;
el patrón oro fue restaurado en 1816; se abandonó de nuevo este sistema durante
la I Guerra Mundial,
y se volvió a restaurar en 1925, para abandonarlo definitivamente en 1931. Los
intentos de mantener un tipo de cambio fijo
de la libra esterlina con otras monedas fracasaron por primera vez en 1972,
cuando los acuerdos monetarios derivados de la Conferencia de
Bretton Woods dejaron de ser efectivos, y de nuevo en 1992 cuando la libra
esterlina abandonó el Sistema Monetario Europeo de la Unión Europea.
En la actualidad, su valor se fija mediante el mecanismo de la oferta y demanda.
El 15 de febrero de 1971, la
equivalencia de la libra pasó al sistema decimal, y en vez de dividirse en 20
chelines se dividió en cien peniques, reemplazándose los chelines y peniques
tradicionales utilizados desde el siglo XI y durante la época anglonormanda.
Debido a la inestabilidad política y económica
imperante en Latinoamérica,
la historia de sus monedas es tortuosa, por los frecuentes cambios de
denominación y valor, como se puede apreciar en el siguiente análisis por
países, en el que se destacan los cambios más importantes, ante la
imposibilidad de citarlos todos. También hay que significar que, en algunos
países, es corriente la aceptación del dólar estadounidense como medio de pago.
Argentina
En Argentina se
utilizaba por tradición el peso argentino hasta 1985, año en que, debido a la
creciente inflación, el presidente Raúl Alfonsín creó el austral para sustituir
al peso. Pero, debido a que las tensiones inflacionistas no desaparecieron, el
1 de enero de 1992 el nuevo presidente, Carlos Saúl Menem,
volvió a sustituir el austral por el peso, con una equivalencia de un peso
nuevo por 10.000 australes. El peso nuevo equivalía, a partir de entonces, a un
dólar estadounidense. El peso se divide en 100 centavos, circulando monedas de
uno, cinco, 10, 20 y 50 centavos y de uno, cinco, 10, 50 y 100 pesos, así como
billetes (desde 1987) de uno, cinco, 10, 50, 100, 500, 5.000 y 10.000 pesos.
Bolivia
Desde el 1 de enero de 1963 se
puso en circulación el peso boliviano, en sustitución de la antigua moneda, el
boliviano, con una equivalencia de un peso boliviano por 1.000 bolivianos. El
boliviano dejó de tener curso legal a partir del 1 de enero de 1965. El peso se
subdivide en 100 centavos, emitiéndose billetes de uno, cinco, 10, 20, 50 y 100
bolivianos y, a partir de 1975, de 250, y 500 bolivianos. Su símbolo, $b., se
antepone al valor.
Colombia
El peso colombiano se divide en
100 centavos. Circulan monedas por valor de 10, 20 y 50 centavos y de un peso.
Los billetes en circulación son de uno, dos, cinco, 10, 20, 50, 100 y 500
pesos, aunque, debido a las fuertes devaluaciones que sufre la moneda de Colombia,
estos valores han
variado con frecuencia, y siguen estando sujetos a múltiples cambios.
Costa Rica
La unidad monetaria de Costa Rica es
el colón, que se divide en 100 céntimos. Circulan monedas de cinco, 10, 25 y 50
céntimos y de uno y dos colones. Los billetes son de cinco, 10, 20, 50, 100,
500 y 1.000 colones.
Cuba
En Cuba la
unidad monetaria se denomina peso, y se divide en 100 centavos. Circulan
monedas de cobre-níquel de uno, cinco, 20 y 40 centavos, y billetes de uno,
cinco, 10, 20 y 50 pesos. Debido a la particular situación política cubana y al
embargo estadounidense, en Cuba existe
un importantísimo mercado negro
que funciona con dólares estadounidenses, a un tipo de cambio muy
superior al oficial.
Chile
En 1975 se sustituyó el escudo
(que en 1960 había reemplazado al antiguo peso chileno) por el peso chileno,
equivaliendo un peso a 1.000 escudos. En la actualidad circulan monedas de uno,
cinco, 10, 50 y 100 pesos, así como billetes de 500, 1.000 y 5.000 pesos.
Ecuador
La unidad monetaria en Ecuador es
el sucre, que se divide en 100 centavos. Circulan monedas de 10, 20, y 50
centavos, así como de un sucre. Los billetes son de cinco, 10, 20, 50, 100, 500
y 1.000 sucres.
Guatemala
En Guatemala circula
el quetzal, creado en 1925 para sustituir al peso guatemalteco. Se divide en
centavos, circulando monedas de uno, cinco, 10, y 25 centavos, y billetes de
medio, uno, cinco, 10, 20 y 100 quetzales.
Honduras
Desde 1931 circula en Honduras el
lempira, unidad monetaria que se divide en 100 centavos. Circulan monedas de
plata de un lempira y 20 y 50 centavos, monedas de cobre-níquel de 10 y cinco
centavos, y monedas de cobre-cinc-estaño de uno y dos centavos. Los billetes en
circulación son de uno, cinco, 10, 20 y 100 lempiras.
Nicaragua
La moneda oficial de Nicaragua es
el córdoba, del que circulan monedas de uno, 25 y 50 centavos, y billetes de
cinco, 25, 50, 100, 500 y 1.000 córdobas.
Panamá
La República de Panamá emitió
sus primeras monedas en 1904, un año después de su separación de Colombia.
Ellas fueron hechas en los Estados Unidos,
en la casa de moneda. Las monedas panameñas son de la misma aleación,
tamaño y peso que las de los Estados Unidos.
Los diseños que circulan el día de hoy, no aparecieron hasta 1930. Las
últimas monedas de plata para circulación se acuñaron en 1970. En el año
de 1975 aparecen las primeras emisiones de la Franklin Mint, también conocidas
como la de los Personajes Ilustres. La Franklin Mint es una compañía
privada Americana. Ella deja de hacer monedas para Panamá en
1985. El contrato que
tenían con el Gobierno se canceló porque se hicieron monedas en 1985 sin la
debida autorización del Gobierno de Panamá.
La unidad monetaria de Panamá es
el balboa, que se divide en 100 céntimos. No existe una emisión de balboas en
papel moneda. Según el Fondo Monetario
Internacional (FMI),
el dólar estadounidense circula en el país con poder liberatorio
total. Se acuñan monedas de plata de uno, medio, cuarto y un décimo de balboa,
monedas de cobre de un céntimo y de cobre-níquel de cinco céntimos.
Paraguay
La moneda oficial de Paraguay se
denomina guaraní. Circulan monedas de 50, 100 y 200 guaraníes, y billetes de
500, 1.000, 5.000 y 10.000 guaraníes.
Perú
En Perú circula el sol,
que se divide en 100 céntimos. Circulan monedas de cinco, 10, 20 y 50 céntimos,
así como de uno, dos, y cinco nuevos soles (el nuevo sol se creó a principios de
la década de 1990 debido a la fuerte depreciación del
antiguo y a las enormes tensiones inflacionistas). Los billetes en circulación
son de 10, 20, 50 y 100 nuevos soles.
México
El peso mexicano está dividido en
100 centavos. En México circulan
monedas de uno, cinco, 10, 20 y 50 centavos y de uno, cinco, 10, 25 y 100
pesos. Los billetes en circulación son de cinco, 10, 20, 50, 100, 500 y 1.000
pesos.
República Dominicana
En la República Dominicana se
estableció en 1947 el peso oro, para sustituir al dólar oro estadounidense que
circulaba desde 1897. Ambas monedas se mantuvieron al mismo tiempo en
circulación hasta 1960. El peso está dividido en 100 centavos. Circulan monedas
de 10, 25 y 50 centavos y de un peso. Los billetes van de uno a 100 pesos.
El Salvador
En El Salvador circula el colón,
que se divide en 100 centavos, de los cuales circulan monedas fraccionarias de
uno, tres, 5, 10, 25 y 50 centavos. Los billetes son de uno, dos, cinco, 25 y
100 colones.
Uruguay
El peso uruguayo se divide en 100
centésimos, y fue sustituido en 1975 por el nuevo peso, a razón de un nuevo
peso por 1.000 antiguos. Circulan monedas de uno, dos, cinco, 10, 20 y 50
centésimos, y de uno y cinco pesos, y billetes de cinco, 10, 50, 100, 150 y
1.000 nuevos pesos.
Venezuela
La unidad monetaria de Venezuela,
denominada bolívar, se divide en 100 céntimos, y existe desde 1823. Existen,
aunque con poca circulación, monedas de oro de 10, 20 y 100 bolívares, así como
monedas de plata de cinco, dos, uno, medio y cuarto de bolívar, y monedas de
cobre-níquel de 12,5 y cinco céntimos. Los billetes son de 10, 20, 50, 100 y
500 bolívares.
Dólar, denominación de varias monedas
en vigor en diversos lugares de Europa, África, Asia, Oceanía y en el
hemisferio occidental. Es la unidad de cuenta de los sistemas monetarios
de Australia, Canadá, Hong Kong, Nueva Zelanda, Singapur, Estados Unidos y
otros países. El término dólar proviene del alemán Daler o Taler, abreviatura
de joachimsthaler, nombre de una moneda de plata que llevaba impresa la efigie
de San Joaquín, acuñada por primera vez (1519) en lo que hoy es Alemania.
Con posterioridad, se acuñó una gran moneda de oro en España denominada peso
duro que fue muy utilizada en las colonias españolas e inglesas del Nuevo
Mundo.
Dólar australiano
Australia adoptó el sistema
decimal para sus monedas en 1966, reemplazando el anterior sistema imperial
británico de la libra esterlina. El dólar australiano se divide en cien
céntimos.
Dólar canadiense
Canadá adoptó el sistema decimal
para sus monedas en 1867. Dólares, céntimos y milésimas fueron definidos para
ejercer de moneda oficial canadiense: un dólar de 2,58 gramos de oro sería el
valor normal de la moneda oficial.
Dólar neozelandés
La ley sobre la Moneda Decimal de
1964 sancionó el sistema decimal en Nueva Zelanda que entró en vigor en 1967,
sustituyendo a la libra neozelandesa. El dólar neozelandés está dividido
también en cien céntimos.
Dólar estadounidense
Tras la guerra de
la Independencia de
Estados Unidos, el Congreso Continental adoptó el sistema decimal. Los primeros
dólares estadounidenses se acuñaron en Filadelfia, por el Gobierno federal, en
1794, tras aprobarse la ley Monetaria de 1792. Esta ley establecía dos patrones
de valor: un dólar de plata que contenía 371,25 gramos de plata pura y un dólar
de oro que contenía 24,75 gramos de oro puro. El dólar de oro, que era muy
pequeño, sólo circuló entre 1849 y 1889. A lo largo de la historia se ha
revisado varias veces la proporción de oro y plata contenida en los dólares.
Una ley del Congreso de 1900 fijó
el dólar de oro como patrón monetario de Estados Unidos, estableciendo también
el valor del papel moneda de uso legal en función del
valor de la moneda de oro. Hasta 1934, el papel moneda estaba respaldado por
las monedas de oro o plata: se podían intercambiar los billetes por monedas
fabricadas con oro o con plata. Tras la aprobación de la ley de las Reservas de
Oro de 1934, el contenido de las monedas se redujo a 13,71 gramos; todas las
monedas de oro y todos los billetes respaldados por oro, salvo los de los
coleccionistas, fueron retirados de la circulación a cambio de otras monedas
con el mismo valor facial, pero con menor valor real; la acuñación de monedas
de oro se suprimió. En aquel entonces, había en circulación en torno a 311
millones de dólares en monedas de oro. Desde entonces, los dólares en
circulación, tanto billetes como monedas, han sido fiduciarios: su valor viene
dado por su poder adquisitivo,
y no por su valor de intercambio por metales preciosos. El dólar
estadounidense, desde que se aprobó la ley de Reservas de Oro, ha sufrido
varias devaluaciones. Durante la década de los setenta el valor del dólar cayó
en relación con otras monedas más estables, mientras que el valor del oro
aumentaba. La recuperación económica estadounidense de principios de
la década de los ochenta cambió esta tendencia. Sin embargo, en 1986 se intentó
reducir el enorme déficit comercial estadounidense devaluando el dólar frente a
otras monedas, un proceso que tuvo un enorme éxito frente
al marco y al yen.
Los dólares de plata siguieron en
circulación hasta 1965, fecha en que estuvieron a punto de desaparecer porque
su valor facial era muy inferior a su contenido en plata. A principios de 1975,
se permitió que los estadounidenses tuvieran, compraran y vendieran oro como
cualquier otro bien, pero las monedas de oro no circulaban como dinero.
El dólar es la primera moneda de
reserva internacional, aunque existen claros signos de decadencia desde 1990.
Hoy, más del 60% de las reservas de divisas mundiales se conservan en dólares,
y más de la mitad de la riqueza privada mundial; más de dos tercios del
comercio mundial se negocia con dólares.
Yen, unidad monetaria utilizada en Japón.
En 1870 el yen se definió como una moneda que tenía el mismo valor que el dólar
de plata estadounidense, acuñándose en oro hasta 1888, y después en plata hasta
1914. Se siguieron acuñando yenes de oro hasta 1932. El yen se divide en 100
sen y 1.000 rins. En 1949 el yen adquirió un valor fijo que hacía corresponder
360 yenes a un dólar estadounidense, dejándose de utilizar los sen y los rins,
salvo para realizar los cálculos financieros. El yen dejó el sistema de tipos
de cambios fijos en 1971, dejando flotar su cotización en el mercado; su tipo
de cambio cayó por debajo de los 100 yenes por dólar por primera vez en 1994.
Hoy se acuñan monedas por valor de 1, 5, 10, 50, 100 y 500 yenes y billetes por
valor de 1.000, 5.000 y 10.000 yenes. Se está empezando a retirar de la
circulación las monedas de 500 yenes. El yen es una de las monedas más fuertes
del mundo.
Marco, unidad monetaria de Alemania,
cuyo nombre proviene del término escandinavo utilizado para referirse a la
unidad de medida; se cree que surgió en el siglo III d.C. Fue la unidad
monetaria utilizada por los godos y más tarde por los alemanes. Se le asignó un
valor fijo (0,35842 gramos de oro puro) que prevalecía en todo el imperio
alemán en 1873. Tras un periodo de inflación se volvió a estabilizar al crearse
el Reichsmark en 1924. En 1948 pasó a llamarse Deutschemark en la República
Federal de Alemania y Ostmark en la República Democrática de Alemania. Cuando
Alemania se unificó en 1990, el Deutschemark, que se divide en 100 pfennígs,
pasó a ser la moneda nacional. Sigue siendo una de las monedas internacionales
más fuertes.
Franco, nombre utilizado para designar
las unidades monetarias que sirven como medio oficial de pago en Francia,
Mónaco, Bélgica, Luxemburgo, Suiza, Liechtenstein y algunos países africanos
que fueron colonias francesas y belgas. El franco suizo y el franco francés son
las unidades monetarias más importantes desde el punto de vista de las finanzas y
el comercio
internacional.
El primer franco era una moneda de
oro acuñada en 1360 por orden del rey Juan II de Francia. Su nombre deriva de
la inscripción latina que aparecía impresa y que decía: Johannes Dei Gracia Francorum
Rex (Juan por la gracia de Dios, rey de los francos). A mediados del siglo XV
esta moneda ya no estaba en circulación, pero se mantuvo el nombre para las
demás monedas francesas que la sucedieron. El actual franco francés se divide
en cien céntimos; su valor depende de las fluctuaciones monetarias normales.
Véase también Zona del franco.
La unidad monetaria básica de
Rusia es el rublo, dividido en 100 kópeks. Durante décadas, la antigua URSS
impidió la circulación del rublo dentro de los mercados internacionales,
por lo que fue necesario asignarle un valor arbitrario y relativo para
equipararlo a las monedas extranjeras; así, el cambio oficial era de 0,75
rublos por cada dólar estadounidense en 1991. A finales de este mismo año, el
gobierno ruso llevó a cabo unas medidas decisivas en la liberalización del
rublo, tras lo cual su valor cayó de forma vertiginosa; en 1992 la equivalencia
con respecto al dólar era de 100 rublos y en 1993 bajó a algo más de 1.000
rublos. Todavía hoy continúa siendo la única moneda en muchas de las antiguas
repúblicas soviéticas. El gobierno ha puesto en circulación un nuevo rublo,
desprovisto de la insignia soviética.
Como pudimos ver en este trabajo
cada país a lo largo de la historia a contado con su propio sistema de monedas
válido y que los mismos han ido cambiando a través de los años siendo hoy en
día mucho más fáciles de manejar. Se pueden imaginar ir a comprar hoy en día
ropa o alimento y pagar con otros artículos de vuelta, que complicado sería.
Que sería de nosotros sin el vital efectivo, los cheques o
las tarjetas de crédito.
A medida que transcurran los años
estos sistemas irán
cambiado que podemos esperar del futuro, no lo sabemos, lo que si puedo
asegurarles es que la moneda sufrirá muchos cambios y modificaciones en bien
del usuario y comerciantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario